Por motivos religiosos y por la clara asociación con “la marca de la bestia”, Ángela Hernandez, de 15 años, se negó a portar una credencial con chip que permite localizar a los alumnos de todo un distrito escolar en Texas; por su renuencia a acatar esta orden, la escuela la expulsó.
La simbiosis entre el ser humano y los dispositivos electrónicos se encuentra sumamente cerca de alcanzar un grado estrecho en el que ambas entidades convivan orgánicamente y nuestros cuerpos sean uno con las máquinas.
Prueba de ello son los sistemas de geolocalización que, reducidos a las dimensiones de un pequeño chip, pueden implantarse en el interior de una persona para saber en todo momento el lugar donde esta se encuentra. Su uso es común, por ejemplo, entre grandes empresarios y ejecutivos de importantes firmas trasnacionales cuya pérdida se considera lamentable en sus respectivos ámbitos.
Por desgracia este tipo de tecnología también puede trasladarse a otros contextos en un esfuerzo mucho más encaminado a la creación del estado de vigilancia y control vaticinado por tantos pensadores, escritores y filósofos en el siglo XX, un panóptico de estructuras invisibles apoyado únicamente en este tipo de recursos.
En Texas, escuelas del distrito de Northside, implementaron un programa para sus alumnos que consiste en la portación de una credencial que, además de sus datos, cuenta con un chip que permite conocer su posición exacta siempre que lleven el documento consigo, un método que se conocen como “identificación por radiofrecuencia”.
Y si bien la mayoría acató este nuevo requisito escolar, una estudiante de 15 años, Ángela Hernández, se negó a usar este dispositivo de rastreo, apoyando su renuencia en motivos religiosos.
Ángela proviene de una familia sumamente devota que vio en este sistema de control escolar y en el chip de identificación una manifestación clara de “la marca de la bestia” , el conocido símbolo que se menciona en el Apocalipsis de Juan:
Y hacía que a todos, a los pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, se pusiese una marca en su mano derecha, o en sus frentes, y que ninguno pudiese comprar o vender, sino el que tuviera la señal, o el nombre de la bestia, o el número de su nombre.
Ante esta conducta de desobediencia, las autoridades escolares determinaron expulsar a la joven, impidiéndole la reincorporación a ninguna de las instituciones del distrito para los cursos que comienzan este 22 de enero.
Instancias judiciales confirmaron la decisión de la escuela, alegando que la medida no viola las creencias religiosas de la familia Hernández y, simplemente, Ángela fue expulsada por no acatar las reglas de la escuela.
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